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Contra la incredulidad en la ciencia

En 1835 el filósofo francés Auguste Comte (1798-1857), iniciador de la filosofía positivista y considerado por algunos el “Padre de la Sociología” (en desmedro de Marx, Durkheim y Weber), se refirió a las estrellas diciendo que “no seremos capaces en absoluto de determinar su composición química o su densidad y cualquier noción sobre su verdadera temperatura nos ha sido negada para siempre”. Comte creía que para ello se necesitaba una muestra de las estrellas, algo que la humanidad nunca podría conseguir.

Sin embargo, en 1666 sir Isaac Newton ya había logrado descomponer la luz en sus diferentes frecuencias, lo que se llama su espectro. En 1802 el químico británico William Wollaston (1776-1828) observó en el espectro del Sol diversas bandas oscuras que -luego se supo- correspondían a determinados elementos químicos. A partir de estos conocimientos, la astrónoma norteamericana Cecilia Payne (1900-1979) fue capaz de obtener la composición química del Sol y de otras estrellas en la fue llamada “la mejor tesis de astronomía jamás escrita”, desmintiendo las afirmaciones de Comte.

En 1846 el director del Observatorio de Paris y Secretario de la Academia Francesa de Ciencias, François Arago (1786-1853), argumentó que, pese a los progresos de la ciencia, nunca se podrían realizar pronósticos meteorológicos. Con algunos errores que pueden corregirse, los pronósticos meteorológicos son bastante certeros en la actualidad.

Otra anécdota cuenta que en 1899 el Alto Comisionado de la Oficina de Patentes de los Estados Unidos Charles H. Duell sostenía que era un robo a los impuestos de los contribuyentes mantener abierta su agencia porque “Todo lo que pueda inventarse ya ha sido inventado”.

Eso es lo bello del progreso científico y del conocimiento: que constantemente desmiente a quienes creen que es imposible ganarle a la ignorancia.

Artículo de Luciano Andrés Valencia

Bibliografía:

* Diaz Martínez, José Vicente; (2021) Curiosidades astronómicas: un curioso viaje al centro del Universo, Torrelavega, Libros Indie.

* Rodríguez Baquero, Oscar Augusto; (2017) Observación de la Tierra desde el espacio: una ventana para conocer el mundo en que vivimos, Navarra, Colección Un Paseo por el Cosmos, RBA Editores.

* Sábato, Ernesto; (1966) Hombres y engranajes, Madrid, Alianza. * Wikipedia, http://www.wikipedia.es, artículos: “Augusto Comte” y “Espectro”. * https://escueladelamemoria.com/ya-esta-todo-inventado/#:~:text=%E2%80%93%20Charles

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Reseña sobre nuestro libro: Curiosidades Astronómicas

Luciano Andrés Valencia nos ha hecho esta reseña sobre nuestro primer libro de astronomía: Curiosidades Astronómicas. Desde aquí le agradecemos sus palabras y el resumen que ha hecho del libro, que seguro ayudará a saber un poco más sobre nuestras «Curiosidades Astronómicas«:

Díaz Martínez, José Vicente; Curiosidades astronómicas: un curioso viaje al centro del Universo, Torrelavega, Libros Indie, 2021, 310 pp.

Por Luciano Andrés Valencia

Portada del libro.

José Vicente Díaz Martínez es Licenciado en Física y Máster en Teledetección por la Universidad de Valencia, y Máster en Astronomía y Astrofísica por la Universidad Nacional Valenciana. Se desempeñó en el Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia y en otras áreas relacionadas con su formación, pero su mayor faceta es la de divulgador científico. Además de realizar ponencias en diferentes jornadas científicas, colaboró en programas de radio y en medios de difusión. Es editor del sitio web Universo Blog (https://josevicentediaz.com/). Miembro de la Sociedad de Observadores de Meteoros y Cometas de España (SOMYCE) y de la Real Sociedad Española de Física (RESEF), ha realizado textos para estas asociaciones.

Curiosidades astronómicas (2021), que constituye su primer libro individual, compila cientos de datos astronómicos cuidadosamente chequeados y actualizados hasta la fecha de su edición. En la Introducción realiza un homenaje a grandes divulgadores de la ciencia desde Galileo Galilei, que escribió sus teorías en lengua vernácula y accesible, hasta Carl Sagan, que formó a una generación de divulgadores y científicos.

A lo largo de sus 8 capítulos encontramos información de lo más variada: desde las causas del Arco Iris hasta las ondas gravitacionales. Realiza un minucioso recorrido por cada uno de los planetas del Sistema Solar (incluso el expulsado Plutón), las estrellas de la Vía Láctea, el espacio intergaláctico y las teorías astrofísicas. Le da mucha importancia a la historia de la astronomía en cada uno de los capítulos, así como al origen mitológico

de los nombres de los cuerpos celestes. Las misiones espaciales y el trabajo de las asociaciones astronómicas ocupan un lugar destacado en la obra.

Al final incluye unos anexos sobre el uso del telescopio, el cálculo de la circunferencia de la Tierra por Eratóstenes y el Efecto Dopler en el cálculo de las distancias astronómicas. También encontramos un Glosario de términos utilizados en la obra, un listado de bibliografía recomendada, y sitios web de interés astronómico y de la ciencia.

Hay que resaltar que el libro cuenta con bellísimas fotografías estelares y cuadros de datos que permiten una mejor organización de la información.

Una obra recomendable para aquellas personas interesadas en la ciencia y que puede servir como puerta de entrada para el estudio de una de sus ramas más fascinantes: la astronomía.

Desde aquí podeis ver como conseguir el libro:

Curiosidades Astronómicas

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Benjamin Thompson, el James Bond científico

   Artículo de Luciano Andrés Valencia.

Imaginen el siguiente argumento: un espía británico leal “a su Majestad imperial”, dispuesto a arriesgarse en diferentes misiones, que organiza ejércitos en Europa y Norteamérica, sirve a diferentes gobiernos, vive romances con bellas mujeres y recibe condecoraciones por su trabajo. Parece una película de James Bond, pero estamos hablando de una persona real: Benjamin Thompson, científico e inventor que aportó al desarrollo de la Termodinámica.

Thompson retratado por Thomas Gainsborough.

   Un sistema termodinámico es cualquier parte del universo en estudio, y su medio es el resto de las partes del universo con las que puede intercambiar trabajo, energía, calor o información. La Termodinámica es la rama de la física que estudia el trabajo que un sistema realiza sobre un medio o el que el medio realiza sobre el sistema.

   Thompson nació el 26 de marzo de 1753 en Woburn, Massachusetts, que era entonces una de las Colonias Británicas de Norteamérica. Estudió en la escuela del pueblo, pero también asistía con su amigo Loammi Baldwin -más tarde un famoso político e ingeniero que luchó en la Revolución norteamericana-,  nueve años mayor, a las conferencias  que dictaba el profesor John Winthrop en el Harvard College de Cambridge. A los 13 años comenzó a trabajar como aprendiz de John Appleton, un comerciante y abogado de Salem que tras la independencia sería el encargado de la Misión comercial estadounidense en Bolivia. Aunque el dueño se quejó a su madre de que pasaba las horas leyendo o construyendo inventos sobre el mostrador del negocio, el trabajo le sirvió para realizar contactos con gente de la alta sociedad de Nueva Inglaterra. Mientras se recuperaba en Woburn de una lesión en 1769, llevó a cabo experimentos sobre la naturaleza del calor y comenzó a mantener correspondencia con Baldwin y otros especialistas en el tema. Más adelante trabajó durante unos meses para un comerciante de Boston, y a continuación trató sin éxito de ser aprendiz de un médico en Woburn.

   Brillante, a la vez que oportunista y manipulador, no temía usar a los demás para lograr sus objetivos. Por eso en 1772, a los 19 años, decidido a no ser un campesino como su familia o un dependiente de comercio, se casó con la acaudalada viuda Sara Rolfe, hija del clérigo Walker de Rumford (hoy Concord), New Hampshire, que tenía entonces 33 años. Se trasladaron a Porthmouth y, por medio de los contactos de su esposa con el gobernador fue nombrado Comandante del Cuerpo de Milicias de New Hampshire. Por entonces comenzó a trabajar como espía para el general Thomas Gage, comandante de las fuerzas británicas en Norteamérica y gobernador colonial de Massachusetts. Su trabajo consistía en reunir información sobre las actividades anti-británicas y devolver desertores. Para pasar la información en secreto inventó una tinta invisible a base de ácido galotánico. Esto lo volvió impopular entre sus vecinos, que comenzaban a levantarse contra la presión fiscal de la Corona británica y la falta de libertades para los colonos norteamericanos.

   En 1776 estalló la Revolución Norteamericana. Thompson siguió trabajando como espía para Gage, pero cuando un grupo de revolucionarios disfrazados de indígenas llegaron a su casa para amenazarlo con cubrirlo de brea y emplumarlo, debió huir –abandonando a su esposa y su hija Sarah- hacia Nueva Escocia, en Canadá, que aún permanecía leal al rey George III. Allí recibió una comisión real que lo nombró Mayor y le encargó la creación de un Regimiento de Dragones norteamericanos.

   Por esta época inventó un flotador para caballos, luego de ver a uno ahogarse al cruzar un rio cargado de armamento. También realizó experimentos sobre la potencia de la pólvora que en 1781 se publicaron en la revista de la Royal Society de Londres.

   Ocupo breves cargos en el Ministerio de Relaciones Exteriores británico, como fueron el de Secretario de la Provincia de Georgia (1779) y Subsecretario de Estado del Departamento Norte (1780), pero el avance de los revolucionarios sobre esos territorios le impidió conservarlos. La guerra terminó en septiembre de 1783 con la derrota británica y la independencia de las Trece Colonias, que conformarían los Estados Unidos de América.

   Pronto Londres se llenó de colonos norteamericanos que habían apoyado al rey George y ahora eran perseguidos como traidores. Thompson intercedió ante el monarca logrando que su regimiento de dragones norteamericanos se integrara al Ejército británico regular, además de obtener el ascenso a Coronel.

   En 1784 fue nombrado Caballero del Imperio Británico y enviado como espía al Principado de Baviera, en el Sacro Imperio Romano-Germánico. Gracias a sus recomendaciones, fue recibido por el Príncipe Elector Karl Theodor, que lo nombró Edecán. La primera misión que le encargaron fue la de organizar al Ejército bávaro, escasamente adiestrado y peor administrado. Esta tarea la realizó con gran eficiencia y le sirvió además para comenzar sus estudios sobre conductividad térmica de las telas para seleccionar el material que le permitiera confeccionar los uniformes más adecuados. Al mismo tiempo realizó estudios de nutrición, a fin de proveer a los soldados de menús nutritivos a bajo costo. La motivación para estos experimentos no era altruista sino que tenía un interés personal: el príncipe le permitía conservar para sí el dinero sobrante del presupuesto, lo que lo incentivaba a reducir los costos.

   Dado que la tela necesaria para los uniformes no podía ser comprada a los proveedores habituales, creó un Taller Militar en Múnich. Para obtener mano de obra, el Año Nuevo de 1790 soldados bávaros procedieron a detener a todos los mendigos de la capital. “En su mayoría eran mendigos robustos, fuertes y vigorosos, sin ningún sentido de la vergüenza”, escribió Thompson. En el taller se les dio habitaciones y comida que consistía en papas, guisantes y cereales –la que luego sería llamada Sopa Rumford-, a cambio de que trabajaran confeccionando uniformes militares. El taller tenía una cocina diseñada por él mismo que fue precursora de la Cocina moderna (al inventar una caldera doble, una cafetera por goteo y utensilios de cocina). Estas medidas agradaron al príncipe Theodor y enriquecieron a Thompson.

Diseño de cocina bávara y cafetera inventada por Thompson.

En 1791 fue nombrado Conde del Sacro Imperio y desde entonces dejó de usar el título de Coronel Thompson para ser el Conde Rumford –nombre del pueblo de su esposa-. También fue nombrado Director del Hospital para Pobres de Múnich, en el que realizó investigaciones en torno a la luz que sirvieron para mejorar la iluminación del lugar e inventó la candela como unidad de medición de la luz –tomando como referencia la luminosidad de una vela producida con aceite de cachalote-. Otros aportes que realizó al Principado de Baviera fueron el diseño de los Jardines Ingleses de Múnich (1789), la introducción del cultivo de papas, y la gestión de las Casas para Pobres en las que estudió los métodos de cocina, calefacción e iluminación, reduciendo los costos al demostrar la eficiencia de las velas de cera o sebo y de los candiles de petróleo.

   Ya habíamos mencionado que incursionó en la nutrición y la preparación de alimentos, pero también le otorgaba gran importancia a los detalles en el consumo, al punto del absurdo. Escribió por ejemplo que “el budín se come con cuchara. Cada cucharada se sumerge en la salsa antes de empezar por la parte externa o cerca del borde del plato, y acercarse al centro por avances regulares, de manera de no demoler demasiado pronto a excavación que forma el reservorio de la salsa”. Es autor de un tratado “Sobre las excelentes cualidades del café y al arte de hacerlo con la mayor perfección”. Se le considera el inventor del método de empacar alimentos al vacío debido a su experimento con paletas de cordero que describe en su ensayo “Primeros platos y utensilios de cocina”.

   Su forma de escribir también era extraña, ya que utilizaba una escritura ya en desuso en donde la f sonaba como s, por lo que genera confusión y gracia la lectura de sus textos en inglés. También era reiterativo para asegurarse de que se entendiera lo que quería decir, como lo muestra el siguiente fragmento: “Y ante todo, el cuello de la chimenea debe estar en el lugar adecuado, es decir, el lugar donde debe estar”.

   Por esta época son sus experimentos de perforación de cañones que refutaron la Teoría del Calórico, muy popular entonces, que consideraba que el calor era un fluido que viajaba entre los cuerpos: si el calor podía pasar de un cuerpo más caliente a uno más frío, debía comportarse como el agua cuando pasa de una altura superior a una inferior. Pero esta teoría presentaba dos inconvenientes: el hecho de que el calor nunca había podido ser aislado de un cuerpo y el no poder explicar el que se producía por fricción.

   Temeroso de la expansión de la Revolución Francesa, el príncipe elector le había ordenado a Thompson/Rumford que construyera cañones para proteger las fronteras.

Por entonces los cañones se realizaban vertiendo el metal fundido en un molde y taladrando luego la pieza para darle forma. Cuando se utilizaba una taladradora automática, nuestro espía científico notó que la temperatura aumentaba en el cañón, la mecha, las virutas metálicas y en el cuerpo del operario, por lo que no había transferencia de calor, sino producción constante del mismo. Se dedicó entonces a medir estos cambios de temperatura, y al utilizar agua para refrigerar notó “la sorpresa y asombro que expresaban los semblantes de los allí presentes viendo la gran cantidad de agua que se calentaban y que verdaderamente llegaban a hervir sin ningún fuego”. Esto demostró finalmente que el calor no podía ser un fluido material sino el resultado del trabajo realizado por las fuerzas de rozamiento.

Experimentos de perforación de cañones

Dispuesto a continuar los experimentos pidió a los operarios que taladraran con un aparato de punta roma que ya no servía para el trabajo. Sin entender que es lo que pretendía con esto, los hombres cumplieron la orden y notaron que el taladro no perforaba el metal pero sí producía una gran cantidad de calor. Con esto desarticuló otro argumento de los defensores del calórico: que ese calor que parecía producirse, estaba contenido en el interior del metal. Pero al producirse calor sin perforar el metal, no era posible que fluyera de esa fuente.

   La conclusión a la que llegó Thompson/Rumford era que el calor se producía por el rozamiento de partículas diminutas. En un informe para la Royal Society escribió que: “razonando sobre este tema no debemos olvidar que el hecho notable de que la fuente generadora de calor en estas experiencias parece evidentemente inagotable. No es necesario aclarar que cualquier cosa producida en forma continua, sin límite alguno, por un cuerpo o sistema de cuerpos aislados no puede ser una sustancia material”. Con esta afirmación, parece adelantar unas décadas la Primera Ley de la Termodinámica, que sostiene que la energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma. En este caso tenemos transformación de energía cinética en energía térmica. En el párrafo siguiente continúa: “Además me parece extremadamente difícil, sino imposible, concebir una idea clara de algo capaz de ser excitado y transmitido en estas experiencias que no sea un movimiento”.

   La Teoría Atómica (que provenía de Demócrito en la Antigua Grecia) no era plenamente aceptada y el empirismo de la época impedía creer en partículas invisible cuyo rápido movimiento no podía observarse. Por ello es que la explicación de Thompson -que además de la nota en la Royal Society quedaría plasmada en Una investigación experimental concerniente a la fuente de calor que es provocada por la fricción (1798)- tardaría más de medio siglo en aceptarse. Unos años después John Dalton reflotó la teoría de la existencia de los átomos y en la década de 1860 James Clerck Maxwell demostró matemáticamente que algunas partículas como los gases crean presión en el recipiente que los contenía. Esta Teoría Cinética de los Gases comparte paternidad con Ludwing Boltzman, que la formuló en términos parecidos en su Austria natal.

   Pero en Múnich no solo se ocupó de la administración pública y la investigación, sino que también vivió un romance con una condesa con la que concibió un hijo, cuya paternidad reconoció pese a que seguía casado con su esposa norteamericana. También se ganó enemigos por la arrogancia con la que se desenvolvía.

   Al ser elegido miembro de la Royal Society de Londres y de la American Academy of Arts and Science de los Estados Unidos decidió crear dos premios para que entregaran esas instituciones. En 1796 instauró la Medalla Rumford en la institución londinense para premiar a científicos europeos –en 1800 él mismo sería el ganador-, y el Premio Rumford en la estadounidense para aportes en el ámbito de la térmica y la óptica.

   En 1798 fue nombrado Embajador de Baviera en Londres, pero la Corona británica rechazó aceptarlo porque aún era ciudadano de ese país y ya no se sabía para quién espiaba. Sin cargos diplomáticos, decidió fundar –con sir Joseph Bank- la Royal Institution of Great Bretain en Londres y emplear al joven de 22 años Humprey Davy como ayudante de laboratorio. Años más tarde, éste se convertiría en un destacado científico, impulsor de la institución, divulgador de la ciencia a través de sus célebres conferencias para el público en general y maestro de otro renovador de la ciencia: Michael Faraday.

   De esta época son también sus Chimeneas Rumford –populares en Londres-, sus hornos industriales y sus aparatos de medición del calor.

   La Chimenea que inventó se caracterizaba por una apertura más restringida para aumentar la corriente ascendente junto con un cebador para regular la velocidad de circulación de aire que asegura la salida de humo. Así el humo tóxico sube por el caño en lugar de acumularse en la habitación o la casa. Podía utilizarse tanto con madera como con carbón. Estas estufas permitieron reducir la mortandad por intoxicación y los costos de calefacción. Desde Benjamin Franklin que no se realizaban innovaciones en los aparatos de calefacción.

Thompson/Rumford en una de sus estufas según una caricatura de James Gillray.

Sus Hornos Rumford para la producción de cal viva permitían separar la cal del humo del horno, obteniendo un producto no contaminado. Pronto se volvieron populares en toda Europa.

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   Para sus experimentos en torno al calor inventó un calorímetro y un termoscopio de aire. También se le atribuye la invención de la ropa interior térmica (utilizando las mismas telas que los uniformes bávaros).

   A partir de 1799 alternó su vida entre Gran Bretaña y Francia. En 1801 conoció en Paris a Marie-Anne Pierette Paulze, viuda de Antoine Laurent Lavoisier, el padre de la química moderna y defensor de la Teoría del Calórico, ejecutado durante la Revolución Francesa. Su primera esposa ya había muerto, así que comenzaron un noviazgo no exento de inconvenientes, ya que Napoleón Bonaparte no quería correr riesgos con este ciudadano británico-bávaro que podía ser un espía. Finalmente se casaron en 1804. Un diario londinense escribió sarcásticamente: “casados en Paris, el Conde Rumford con la viuda de Lavosier. Por dicho experimento nupcial el conde obtiene una fortuna de 8000 libras anuales, el más efectivo de todos los proyectos rumfordianos para mantener una casa caliente”. Pero el matrimonio no duró mucho, ya que Marie-Anne gustaba de realizar reuniones sociales que molestaban a su marido, quién prefería el silencio para la investigación y la escritura. En 1808 se divorciaron.

   En 1811 se reunió con su hija Sarah después de varios años de ausencia. Pero rápidamente la envió a Suiza para que no protagonizara conflictos con la “Dama de las flores”, una de sus amantes que frecuentaba la casa supuestamente para ocuparse del cuidado de los jardines. Se dice que llegó a rechazar varios ofrecimientos matrimoniales para su hija ya que no estaban a la altura de lo que esperaba, aunque un pretendiente era Conde igual que él.

   El 21 de agosto de 1814 falleció en Auteuil (Francia). Su testamento fue un tanto curioso. Además de dejar su reloj de oro a su discípulo Davy, legó sus libros, planos y proyectos militares al Gobierno de los Estados Unidos (que lo consideraba un traidor) y 1000 dólares a la Universidad de Harvard (en su natal Massachusetts) para la creación de una Cátedra de Física.

   A lo largo de su vida llegó a ostentar decenas de cargos y condecoraciones, tales como Comandante del Cuerpo de Milicias de New Hampshire, Coronel del Ejército británico, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de su Majestad, Caballero del Imperio Británico, Edecán del Príncipe Elector de Baviera, Conde del Sacro Imperio Romano-Germánico, Director del Hospital para Pobres de Múnich, Director del Arsenal y Taller Militar de Baviera, miembro de la Orden Polaca de Saint Stanislav con grado de Águila Blanca, miembro de la Academia de Ciencias de Baviera, fundador de la Royal Institutión de Londres, miembro de la Academia Francesa de Ciencias, miembro honorario de la American Academy of Arts and Science en la que creó el Premio Rumford, miembro de la Royal Society en la que creó la Medalla Rumford –de la que sería ganador-, miembro de la Real Academia Sueca de Ciencias, miembro de la Academia Prusiana de Ciencias, y ganador de la Medalla Copley de Ciencias, entre otras distinciones. En la luna existe el Cráter Rumford en su honor.

   Entre sus obras publicadas se encuentran: El calor y su aplicación a las diversas finalidades de la vida, La combustión de cuerpos inflamables, Administración del fuego y la economía del combustible y Principio del calor impartido por la ropa.

   Por su vida y su personalidad Thompson resulta una figura difícil de admirar. Su carácter manipulador, oportunista y la forma en que usaba a las demás personas para sus fines generan poca simpatía en el público. Pero debemos reconocer que sus experimentos sobre el calor son un antecedente importante para el desarrollo en las décadas posteriores de las Leyes de la Termodinámica y sus inventos influyeron –en parte- en el mundo en el que vivimos.

Leyes de la Termodinámica:

Ley Cero: Cuando dos sistemas se encuentran a la temperatura de un tercero, están a la misma temperatura entre sí.

Primera Ley: La energía no se crea ni se destruye sino que se transforma.

Segunda Ley: Cuando se usa cierta cantidad de calor, procedente de una fuente térmica (un cuerpo capaz de ceder calor) con objeto de producir trabajo mecánico no todo el calor proporcionado por esta fuente se puede utilizar a tal efecto, necesariamente siempre se pierde algo de calor. Acá se introduce el concepto de entropía o aumento del desorden en el sistema.

Tercera Ley: La entropía de un sistema siempre aumenta porque el universo tiende a la entropía. Es decir, la entropía siempre está en aumento.

Bibliografía

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Corrupción en Marte: la expansión continúa

Por Luciano Andrés Valencia.

Corrupción en Marte (2020) de Luis Ángel Fernández de Betoño es la tercer novela de la Saga de “Las Crónicas de la expansión”. Sin embargo, por su carácter autoconclusivo, puede ser leída de manera independiente aunque mantenga relación con las anteriores.

La colonización de Marte por parte de terrícolas comenzó en el año 2031. A lo largo de las generaciones se fueron diferenciando dos razas marcianas: los Homo, que se negaron a la manipulación genética por motivos religiosos, y los Neos, que manipularon genéticamente a sus embriones para adaptarse al ambiente del nuevo planeta. Los primeros se parecen a los humanos de la Tierra (“humanos de base” los llaman), mientras que los segundos –la raza dominante- son de baja estatura (alrededor de 1,50 metros), piel rojiza, grandes ojos claros, orejas puntiagudas y cabello grisáceo. A diferencia de los homo, en la raza neo las mujeres ocupan la mayoría de los cargos de poder. Mientras esto sucedía en el planeta rojo, en el resto del Sistema Solar se estaba produciendo una expansión que llevó a la creación de dos bandos en pugna: la Tierra y la Federación Colonial (con capital en la luna Titán de Saturno). Marte se mantuvo independiente de ambas potencias, pero no pudo evitar entrar en una guerra con la Federación que devasto el planeta y lo forzó a un humillante tratado de paz cuyas consecuencias se mantienen.

La acción de la novela se sitúa en el año terrícola 2396 (año 194 del calendario marciano) en la ciudad subterránea de Marina, capital del planeta. La Unidad X de la Policía metropolitana realiza un allanamiento en el barrio homo de Arcadia ante la posibilidad de un tráfico de menores, pero en su lugar encuentra un contrabando de robots orgánicos (similares al Kent de las dos primeras novelas) provenientes de Plutón, zona del Sistema Solar poblada por entes biológicos e inteligencias artificiales que entraron en conflicto con la Federación tras haber destruido una de sus flotas. A partir de aquí comienza una serie de crímenes violentos mezclados con “impuestos que fluyen hacia arriba” (coimas) que van desde la Policía a la alcaldesa, el Senado y el Gobierno de la República Marciana. A esto se suma que la Federación ha infiltrado servicios de inteligencia en Arcadia para fomentar la guerra entre bandas que trafican petrel (droga marciana) en beneficio de sus intereses.

Pero este conflicto va a exceder la geografía del pequeño barrio marginal para tener implicaciones interplanetarias. El fantasma de una segunda Guerra entre Marte y la Federación, en que los otros cuerpos celestes (la Tierra, Ceres, Plutón) se podrían ver implicados, está flotando en el éter. Pero no son los únicos actores involucrados en esto, ya que hará aparición una nueva especie: los etéreos, seres cuánticos e inmateriales capaces de viajar por las redes informáticas y neuronales, que están dispuestos a evitar un conflicto que pondrá en peligro a todas las formas de vida del Sistema.

En este libro encontramos numerosas analogías históricas. Una de ellas es la referida a la Guerra Fría, conflicto que enfrentó a la Unión Soviética y los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. En la obra de Fernández de Betoño tenemos el enfrentamiento entre la Tierra y la Federación. Marte, Ceres, el Cinturón de Asteroides y Plutón podrían ser el equivalente a los “países no alineados” o “países del Tercer Mundo” que no formaban parte de ningún bloque, pero mantenían diferentes tipos de relaciones con los bandos en pugna. La introducción de drogas para intentar desestabilizar un bando rival -que se observa en la novela- fue otra estrategia utilizada por los servicios de inteligencia estadounidenses durante la Guerra Fría.

En la novela también encontramos interesantes debates en torno al racismo, ya presentes en las anteriores. En Las Colonias del Sistema Solar: Theia (2015) y El Ascenso de El Duque (2017) vemos el enfrentamiento entre Terrícolas y Colonos federales. Pese a ser físicamente parecidos, los segundos tienen vidas más largas y están protegidos de enfermedades, lo que los hace considerarse superiores a sus hermanos evolutivos. Esto recuerda mucho a la “Serie de los robots” y la “Saga de Lucky Strike” de Isaac Asimov, en donde terrícolas y espaciales son los protagonistas del conflicto racial. En Corrupción en Marte encontramos que ese conflicto que se da a nivel del Sistema Solar se reproduce en el planeta rojo con los Homo y los Neos, siendo los primeros discriminados: no pueden acceder a determinados empleos, son las principales víctimas de la pobreza y la represión policial, tienen menos representación política y están obligados a subsistir mediante ocupaciones ilegales. Pero al mismo tiempo que las funcionarias y millonarias neo (de las “33 familias” que gobiernan Marte) desprecian a los homo, necesitan de su trabajo y de su provisión de bienes ilegales, lo que desnuda la hipocresía y la corrupción de esta sociedad. Entre los etéreos también encontramos dos razas en lucha.

Otro debate actual que aparece en la novela es el referido al papel de la tecnología en nuestras vidas, el movimiento ciborg y el transhumanismo. Muchos marcianos usan una tecnología conocida como Neuro-Pc (que recuerda los implantes que planea implementar Neuralink), que conecta sus redes neuronales con dispositivo electrónicos, volviéndolos ciborg o transhumanos. El tema de la inteligencia artificial se había mencionado en las anteriores novelas, pero aquí reaparece con la producción masiva de robots con neuronas biológicas que los vuelven pensantes. ¿Pueden considerarse seres vivos a máquinas que piensan con un componente orgánico que necesita ser alimentado e hidratado? Al mismo tiempo: ¿en qué medida puede considerarse “no vivo” un componente artificial que se conecta con las neuronas vivas de un ser pensante para aumentar sus capacidades? Por último: ¿Puede la inteligencia artificial manipular nuestra consciencia?

Debates que ya se están dando actualmente y que esta novela potencia, como ya venían haciendo las anteriores. Las Crónicas, como el Universo, continúan su expansión.

Donde conseguir el libro: https://www.amazon.es/dp/B087ZFYH5D

Las Crónicas de la Expansión: una aventura por el Sistema Solar y más allá

Reseña realizada por Luciano Andrés Valencia

Las “Crónicas de la Expansión” es una saga -aún en desarrollo- del escritor español Luis Ángel Fernández de Betoño, en la que podemos encontrar influencias de Isaac Asimov, sobre todo de la “Serie de los Robots” y las precuelas de “La Fundación”, así como de Arthur Clarke y otras figuras del género. La acción ocurre en el siglo XXIV, donde la humanidad se ha expandido por la totalidad del Sistema Solar, creando colonias en la mayoría de los mundos. Los colonos tienen vidas más prolongadas que los habitantes de la Tierra y un fuerte control poblacional. Tras una guerra, la mayoría de las colonias se independizaron creando la Federación con capital en Titán, una de las lunas de Saturno. A la rivalidad entre la Tierra y la Federación se suma un tercer actor: Marte. Los primeros humanos que llegaron a Marte fueron los participantes de un Reality Show, que finalmente se asentaron en el planeta teniendo descendencia que nació con mutaciones debido a la radiación. Con el tiempo los marcianos llegaron a conformar una nueva especie de baja estatura y piel rojiza. Marte se mantiene independiente tanto de la Tierra como de la Federación.

La saga comienza con Las Colonias del Sistema Solar: Theia (2015). La humanidad ha colonizado el Sistema Solar, pero aún no se ha expandido hacia las estrellas. El descubrimiento del planeta Theia, ubicado a 20 años luz y con características similares a la Tierra pero sin formas de vida inteligente, llevan a la humanidad a plantearse un destino interestelar. En pos de este objetivo se creó el “Movimiento de los 10.000”, que propone colonizar el planeta con 9000 terrícolas y 1000 colonos. Pero para eso deben desarrollar naves capaces de viajar a una velocidad cercana a la de la luz y cápsulas criogénicas para conservar a los primeros migrantes. El descubrimiento de “la singularidad” en el Cinturón de Asteroides (zona anárquica controlada por piratas y “señores de la Guerra”) puede ayudar a estos planes. Por eso la corporación interplanetaria Helio Génesis le encarga la misión al capitán Gael Paulsen -veterano de la Guerra contra Marte y de la lucha contra los piratas de los asteroides- y a un equipo científico en el que se encuentra la brillante doctora Alexia Lombard. Pero la misión se complica cuando comienzan a ser perseguidos por piratas y mercenarios, algunos de los cuáles mantienen enemistad con Gael por batallas ocurridas en el pasado y con la Federación a la que acusan de imperialista. Además hay sectores en el gobierno colono que se oponen a que Theia sea poblado mayoritariamente por terrícolas.

La primera novela de la saga combina elementos de la ciencia ficción con los relatos de acción y suspenso, además de preocupaciones ecológicas al plantear como la colonización afecta las formas de vida nativas de los nuevos mundos, e intrigas políticas que recuerdan los relatos de espionaje de la época de la Guerra Fría.

La acción continúa con El Ascenso del Duque (2017), cuya acción ocurre tres años después de la anterior novela. La Luna se encuentra dividida en un sector bajo jurisdicción de la Tierra y otra de la Federación de Colonos. Durante un viaje, uno de los trenes que conecta ambas zonas sufre un atentado por parte de un terrorista suicida causando cientos de muertos. La investigación queda a cargo de Wang Lee, antiguo jefe de inteligencia colona. Nadie está exento de sospechas: terrícolas, marcianos, mercenarios y piratas de los asteroides. Mientras tanto en el planeta enano Ceres se produce el ascenso de Víctor Landa (apodado “el Duque”), un antiguo mercenario terrícola contratado por Wang Lee para frustrar los planes de los 10.000 en Las Colonias del Sistema Solar. Armado de un ejército de seguidores ha eliminado a los principales jefes mafiosos y piratas, y ahora va detrás de los poderosos Sindicatos Mineros. Su objetivo: unificar el pequeño planeta y el Cinturón de Asteroides en un poderoso Estado independiente. Pero para ello necesitará la ayuda de la Federación de Colonos y tendrá que negociar con Wang Lee. Al mismo tiempo se produce el regreso del capitán Gael Paulsen, quién deberá trabajar con su antiguo enemigo. También tiene un papel protagónico la computadora biológica Kent, que apareció brevemente en la primera novela.

Hacia el final de El Ascenso del Duque encontramos algunos debates religiosos en torno a la “Teoría del Diseño Inteligente” y un descubrimiento cerca de la órbita de Plutón que nos permitirá conocer el destino de los 10.000.

Ambas novelas son altamente recomendables para quienes gustan de la literatura de anticipación, las temáticas espaciales, los relatos de aventuras y las intrigas políticas.

Luis Ángel Fernández de Betoño fue profesor de Formación Vial y Riesgos Laborales. Lector voraz de ciencia ficción –sobre todo de Isaac Asimov-, comenzó a escribir las “Crónicas de la Expansión” como una forma de terapia. A los dos libros reseñados se le suma un tercero: Corrupción en Marte (2020), que forma parte del mismo universo. También es autor de la novela negra La Tercera Ley (2019).

Para saber más:

https://luisangelfdez.blogspot.com/