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Pedro Paulet: un pionero de la aviación y la astronáutica

Por Luciano Andrés Valencia (valencialuciano@gmail.com)

El peruano Pedro Eleodoro Paulet Mostajo fue un precursor de la ingeniería espacial al descubrir las ventajas del combustible líquido en la propulsión de cohetes y diseñar un motor que funcionaba con este sistema.

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(Fuente de la imagen: Wikipedia, www.wikipedia.es)

   Nacido en Tiabaya, cerca de Arequipa (ubicada en la Provincia y el Departamento homónimos, considerada la “capital Jurídica” del Perú), el 2 de julio de 1874, en una familia mestiza formada por Pedro Paulet y Antonina Mostajo y Quiroz. Cuando solo contaba con 3 años falleció su padre. Tras esto su madre decidió mudarse con su familia a Arequipa. Su primo Francisco Montajo –que más tarde sería un reconocido político- fue su compañero de juegos en la infancia.

   Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio francés de los padres lazaristas donde fue un estudiante activo, destacado en las ciencias y apasionado por el arte. Sería un sacerdote francés llamado Hipót Duhamel el que, sin intención, convirtió al pequeño Pedro en un apasionado por el espacio cuando llevó a Arequipa varias cajas de libros, entre los que se encontraban las novelas de Jules Verné. Duhamel era maestro de Paulet y fue quien le entregó el ejemplar de la obra De la Tierra a la Luna (De la Terre à la Lune trajet direct en 97 heures, 1866), con la que pronto se obsesionaría.

   Según su hija Megan Paulet Wilquet: “Desde la primera infancia, Pedro Paulet mostró pasión por alcanzar las estrellas. Con sus primitivos modelos de cohetes, inspirados en los fuegos artificiales de la ciudad, toda su infancia fue una colección de anécdotas sobre su curiosidad por el descubrimiento y la creación científica; curiosidad que a menudo lo llevó a experimentos arriesgados”.

   Según el jurista y escritor Víctor Andrés Belaunde, quién fue su compañero en la escuela, sus cohetes y experimentos se caracterizaban por gran rigor en la realización de los cálculos. Sus primeros cohetes eran de canuto de carrizo ligados con cañas y ataba piedras o pedazos de metal a las guías para calcular el peso. Para probar el efecto de los viajes espaciales en los seres vivos incluyó roedores en la tripulación de los cohetes, aunque cuidando que no sufrieran daño. Los explosivos los obtenía de los sobrantes de los fuegos artificiales. El temor de los vecinos a un accidente o incendio provocó que debiera hacer sus experimentos fuera de la ciudad. Con la ayuda de pirotécnicos locales consiguió cámaras más grandes y cohetes de mayor altitud.

   También solía ir a la estación de tren para tratar de aprender sobre el funcionamiento de los motores del ferrocarril.

   Pese a provenir de una familia de bajos recursos, en 1892 pudo comenzar a cursar en la Universidad San Agustín de Arequipa, gracias a que el rector le hizo rendir examen ante un tribunal para que pudiera ser becado. En 1894 se graduó de Bachiller en Letras y Ciencias. En los dos años que permaneció en la Universidad fundó una Sociedad Patriótica y un Centro de Artes, y obtuvo premios por sus dibujos y esculturas. Paulet no concebía a las ciencias duras y a las humanidades como disciplinas que debieran estar separadas, algo que respetó durante toda su vida.

   En 1893 falleció su madre.

   En 1894 el gobierno del presidente Remigio Morales Bermúdez (1890-1894), gracias a las gestiones del padre Duhamel, le entregó una beca para estudiar en Europa en reconocimiento por su “excelencia académica”. Comenzó a cursar Ingeniería y Arquitectura en la Universidad de la Sorbonne, y también se matriculó en la Escuela de Bellas Artes y Artes Decorativas. Como las becas de entonces duraban muy poco, debió terminar de costear sus estudios trabajando como periodista y corresponsal de prensa.

   Mientras cursaba estas carreras, asistió a conferencias públicas de química a cargo del profesor Marcelin Berthelot –especialista en explosivos- en el College de France. Luego, en 1898, decidió inscribirse en el Instituto de Química Aplicada de la Universidad de París para estudiar Ingeniería Química con Berthelot.

   En una entrevista para el diario La Crónica (Argentina), del 18 de abril de 1944 –citada por Madueño Paulet Vázquez-, recordaría que “en el Instituto me atrajo principalmente el trabajo de Berthelot, sobre las fuerzas de los materiales explosivos. No podía entender por qué su libro no aparece en cada biblioteca técnica”.

   En 1901 se graduó con la más alta distinción. A lo largo de su vida se dedicaría a disciplinas tan dispares como arquitectura, ingeniería, mecánica, química, economía, geografía, turismo, escultura, literatura, política y periodismo.

   Estaba convencido de que “no hay límites para el crecimiento” y que “el progreso no consiste en unir los procesos de la naturaleza, sino en superarlos”, ya que si para volar nos limitamos a imitar a las aves nunca podremos superar la gravedad terrestre.

   Siendo aún estudiante, comenzó a diseñar aquello que había soñado de niño: cohetes para la conquista del espacio. Su maestro Berthelot le aconsejó probar con las panclastitas, explosivos recién inventados por Eugene Turpin, como combustible para sus motores. También consultó a otras personalidades científicas de la época como el químico y mineralogista Charles Friedel, y el matrimonio formado por Pierre Curie y Marie Sklodowska, ganadores del Premio Nobel de Física en 1903 junto con Henri Becquerel por haber descubierto el radio y el polonio.

   Paulet concluyó que el peróxido de nitrógeno y la gasolina que lo componían eran los propelentes ideales para su motor. En 1895, cuando apenas llevaba un año en la carrera de Ingeniería Química y contaba con 21 años de edad, presentó su primer invento: el “Motor Paulet”. Se trataba de un artefacto de 2,5 kg de peso, con un empuje de 200 libras y que experimentaba 300 explosiones por minuto.

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Reconstrucción del “Motor Paulet” realizado por James El Wyld en 1946, en base a los escritos del inventor (Fuente la Imagen: Madueño Paulet Vázquez, 2000-2001).

Paulet concebía a este motor como un artefacto capaz de impulsar una nave con rumbo al espacio exterior. Dicha nave sería presentada unos años después.

   En una extensa -y famosa- carta al diario peruano El Comercio del 25 de agosto de 1927 –aunque el diario la publicaría recién en octubre de ese año- explicaba los puntos esenciales de su invento:

   “Mis experiencias más definitivas fueron hechas con cohetes de acero vanadiado -entonces una novedad- y con las panclastitas que acababa de inventar Turpin, el autor de la melinita. En la parte superior de este cohete metálico, con interior cónico y que medía unos 10 cms. de alto por 10 cms. de diámetro en la base abierta, se introducía por conductos opuestos y provistos de válvulas con resortes, el vapor de peróxido de ázoe, por un lado, y la bencina de petróleo, por otro. La chispa eléctrica de una bujía parecida a la de los automóviles y colocada a media altura en el interior del cohete determinaba la explosión

   Por otra parte, para efectuar las experiencias preliminares el cohete provisto de anillos exteriores de largos tubos flexibles que unían sus mencionados conductos a los depósitos del peróxido de ázoe y de la bencina y de un conductor de la bujía a la toma de corriente podía ascender entre dos tensos alambres paralelos y verticales, entre cuya parte alta se instaló un fuerte dinamómetro a resorte que, soportando la presión del cohete en ejercicio, podía medir aproximadamente su fuerza ascensional.
   Los resultados de tales experiencias fueron de lo más satisfactorios. Un solo cohete de 2 kilos y medio de peso y con unas 300 explosiones por minuto no sólo pudo mantenerse en constante empuje contra el dinamómetro, que llegó a marcar hasta 90 kilos de presión, sino que funcionó, sin deformarse notablemente, cerca de una hora. En tales condiciones no era, pues, aventurado prever que disponiendo de dos baterías con mil cohetes cada una, para accionar una mientras la otra descansaba, habría sido posible levantar varias toneladas”.

   Pese al poco reconocimiento que ha tenido, a Paulet debemos darle el crédito de haber inventado el primer cohete bi-propulsor, en donde el oxidante y el hidrocarburo están en tanques separados, y solo se mezclan en la cámara de combustión. Este es un antecedente de lo utilizado por las naves espaciales posteriores, con la única diferencia que el ácido nítrico reemplazó al peróxido de nitrógeno utilizado por el inventor latino.

   En 1900, a poco de recibirse de Ingeniero Químico, presentó su segundo invento: la “Girándula”. Este consistía en una rueda de bicicleta, equipada con tres cohetes alimentados por tubos unidos a los radios. El combustible –una mezcla de explosivos entre los que estaba la famosa panclastita- llegaba a través de los tubos desde un tipo de carburador fijo, colocado cerca del eje, con un anillo de agujeros y una boquilla. El número de cohetes podía incrementarse según la necesidad.

La Girándula (derecha) y el motor en el Museo de Aeronáutica de la Fuerza Aérea peruana en Lima. (Fuente la Imagen: Madueño Paulet Vazquez, 2000-2001)

Los resultados de las primeras pruebas fueron exitosos ya que la rueda pareció girar indefinidamente. Sin embargo en uno de ellos –realizado en el Hotel donde residía en el Barrio Latino- se produjo una explosión que le perforó el tímpano izquierdo, lo que años más tarde le provocaría sordera.   

   En la ya citada entrevista de 1944 para La Crónica, describe los pormenores del hecho:

   “Un grave accidente causado por una explosión de acetona en un vaso de precipitados junto a un mechero Bunsen, alarmó al director del Instituto, el Dr. C. Charbie, quien prohibió vehementemente el manejo de explosivos en los laboratorios, que luego se ubicaron en modestas instalaciones cerca de los Jardines de Luxemburgo, en París. Como no pude continuar estos experimentos en mi hotel, menos aún, cuando la policía, debido a alguna actividad anarquista, fue desfavorable para la fabricación de explosivos, abandoné mi trabajo en el motor Girándula y sus aplicaciones posteriores”.

   Paulet resultó detenido por la Policía de Paris acusado de actividades anarquistas y terroristas, pero fue liberado por la intervención de Bethelot que declaró a su favor. Allí les informaron que los experimentos con explosivos debían hacerse en laboratorios militares especializados y no en lugares residenciales. Sin embargo, como señaló años más tarde en la entrevista, su utilidad ya había sido probada, por lo que no eran necesarios más experimentos.

   El diseño de la Girándula inspiró la posterior creación de las turbinas de los aviones a reacción.

   En 1900 el gobierno peruano –quién lo había becado- le solicitó que se uniera al Cuerpo Diplomático. Primero fue designado Cónsul en Paris y se le encargó que representara al país en la Exposición Universal de ese año. Por su participación en esa actividad el Gobierno francés le entregó la orden de Oficial de la Instrucción Pública. Dos años después fue destinado a Amberes (Bélgica). Para entonces ya había obtenido su título universitario.

   En 1902, mientras desempeñaba el nuevo cargo político, diseñó el “Avión Torpedo” o “Autobólido” –como prefería llamarlo-, el primer antecedente de una nave impulsada por cohetes. Esto fue un año antes de que los hermanos Wright hicieran volar su aeroplano.

(Fuente de la imagen: Rojas Aquije, 2008)

   El diseño de la nave de Paulet se basaba en principios completamente nuevos: “no se trata de «atraer» el aire, sino de «empujar» el aire con cohetes. La nave con la que alcanzaremos el espacio tendrá que ser de forma aerodinámica”, diría en una entrevista. Por ello carecía de hélice y elementos de planeador –inútiles en el vacío del espacio-, y el diseño de la cabina era esférico, por considerar que era la forma geométrica más resistente a las presiones externas y porque permite una completa libertad de movimiento al astronauta en su interior. Además había incluido paredes térmicas y la producción de electricidad para el instrumental por medio de baterías termoeléctricas. Solía decir que la forma de su avión más que “aerodinámico” era “astrodinámico”.

   Para Paulet, una nave perfecta debe contar con cinco condiciones: “debería: 1º elevarse verticalmente; 2º detenerse en cualquier punto de la atmósfera; 3º poder volar a más de 20,000 metros de altura; 4º poseer un exterior indeformable por los agentes atmosféricos y un interior confortable para un gran número de pasajeros y un gran peso de mercancías; y 5º descender verticalmente” (carta a El Comercio del 25 de agosto de 1927).

   Para mejorar sus inventos se dedicó a estudiar el desplazamiento del calamar, lo que le dio la idea de la masa química para la propulsión a chorro. Muchas décadas después, la NASA supo aprovechar estos descubrimientos para la propulsión de cohetes y en 1974, al cumplirse 100 años del natalicio de Paulet, la Oficina de Correos de los Estados Unidos emitió un sello postal con el diseño del calamar y el logo de la agencia espacial.

   Paulet quería una nave que no solo fuera capaz de volar en el aire y en el vacío del espacio, sino que también fuera capaz de sumergirse. Un vehículo así sería propuesto posteriormente por Jules Verné en la novela El Dueño del Mundo (Maître du Munde, 1904). Curiosamente, Paulet se interesó por la exploración espacial gracias a una novela de Verné, pero se adelantaría a este en uno de sus inventos.

   También llegó a proponer que en el futuro se podría utilizar la energía nuclear como combustible para aeronaves: “Verdad es que aún no sabemos utilizar la energía mecánica del radium como la del petróleo. Pero, no se necesita tanto para poder viajar modestamente de Europa a Lima en un par de horas” (carta a El Comercio del 25 de agosto de 1927).

   Pese a todo esto, los aviones de hélice, a los que Paulet consideraba “cometas automotrices” de pobre rendimiento, se impusieron a los de motor en los primeros años del siglo XX.

   En los años siguientes Paulet dejaría de lado sus inventos para asumir una serie de obligaciones que le encomendó el Gobierno peruano. Entre otras cosas, le pidieron que evaluara la viabilidad de aplicar telegrafía inalámbrica en el Océano Pacífico, y es sobre la base de su investigación que se instaló un sistema telegráfico en el Perú.

   En 1904, Paulet regresó al país a pedido del presidente José Pardo y Barreda (1904-1909) para asumir la fundación y dirección de la Escuela de Artes y Oficios (hoy Instituto Superior de Tecnología “José Pardo”). Para poder concretar esta tarea estudió los planes de estudio de las principales escuelas técnicas de Europa y convocó  un equipo docente formado por destacados ingenieros. La escuela contó con el mejor equipamiento y material de laboratorio del momento. Un porcentaje importante de sus estudiantes eran becados, y los seis mejores promedios de la primera graduación fueron enviados a continuar sus estudios a Europa.

   Ese mismo año también se aprobó un Proyecto presentado anteriormente para fundar el Hospital Goyeneche en Arequipa.

   En 1906 fundó la revista científico-cultural Ilustración Peruana, dirigida a la juventud y orientada principalmente a la ingeniería y la astronáutica. La edición del 7 de diciembre de 1910, por ejemplo, estaba dedicada a informar sobre la construcción del primer monoplano peruano, de 36 pies (alrededor de 3 metros) de envergadura, realizado en 1908 por el ingeniero Carlos Tenaud Pomar en la Escuela de Artes y Oficios. La publicación también sería un medio para reclamar al gobierno mayor financiamiento y fomento de la educación, la ciencia y la tecnología.

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