Catedrático de cosmografía y física del Globo, y hermano del también astrónomo Antonio Tarazona. Don Ignacio Tarazona se doctoró en ciencias exactas por la Universidad de Valencia y sentía una enorme pasión por la astronomía, por su investigación y por su divulgación. En 1898 obtuvo la cátedra de cosmografía y física del Globo de la Universidad de Barcelona. En 1906 regresó a valencia para tomar nuevamente posesión de una cátedra de cosmografía y física del Globo, esta vez en la Universidad de Valencia. Su interés por la investigación astronómica le llevó a fundar sendos observatorios universitarios en las universidades de Barcelona (1905) y Valencia (1909). Éste último, el Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia, todavía está en activo y es el observatorio astronómico universitario más antiguo de España y declarado de utilidad pública en 1919.
De pocos hombres podrá decirse que vivieron y murieron para la Ciencia, con la verdad con que se puede decir de Don Ignacio Tarazona. Acaso influyó en su constante e intensa inclinación al estudio, el ambiente familiar en que se educó: uno de sus hermanos, Antonio Tarazona, fué astrónomo del Observatorio de Madrid y excelente profesor de Astronomía, y calculó los elementos del eclipse de Sol de 1905, que fue visible como total en España; y otro hermano de Tarazona, Benito Tarazona, Coronel del Cuerpo de Artillería, es recordado como autor de interesantes publicaciones sobre Mecánica.
Su vocación al estudio de las matemáticas, se manifestó pronto; y, adolescente todavía, comenzó a cursar en Valencia las disciplinas universitarias propias de la Facultad de Ciencias, en la cual obtuvo el título de Licenciado y, después, el de Doctor en Ciencias Exactas.
El 20 de Enero de 1887 obtuvo el nombramiento de Profesor auxiliar interino de la Facultad valenciana de Ciencias. Desde aquella fecha, la consagración de Tarazona a la Universidad y, en ella, a la enseñanza, fue absoluta, constante y cada vez más espléndida. En el año siguiente, el 23 de Febrero de 1888, ganó en concurso de méritos el cargo de Profesor auxiliar numerario de la misma Facultad.
Ya entonces sus asiduos trabajos universitarios dejaban claramente presumir todo el fruto de la labor que la Facultad de Ciencias podía esperar de su nuevo profesor. Encargado de la Estación Meteorológica de la Universidad de Valencia, en 5 de Octubre de 1893, prestó valiosos servicios con su constante observación de datos meteorológicos. Tenia ya entonces, y la tuvo siempre Don Ignacio Tarazona, la condición, en él más sobresaliente que en otras personas, de encariñarse tremendamente con su trabajo. Esta condición, tal vez más que otra ninguna de su carácter, fue en él típica y le condujo siempre a no contentarse con el cumplimiento reglamentario del deber.
Hemos de ver ese rasgo saliente de Tarazona, distinguirle a través de toda, absolutamente toda, su vida universitaria. Y en aquellos primeros años ya advertimos cómo se destacaba. No se limitó Tarazona a servir con exactitud la Estación Meteorológica. A costa de no pocos esfuerzos, y probablemente de algún sinsabor, editó un modesto boletín que enviaba a los distintos centros análogos españoles y extranjeros, consiguiendo con ello afinar el examen de los fenómenos meteorológicos y logrando, de paso, el cambio con revistas y publicaciones científicas de gran interés. De aquella época data el comienzo de su admirable estudio de las observaciones de treinta años, trabajo de gran constancia, de difícil síntesis y de depuración muy escrupulosa. El resumen de este trabajo se dio a conocer en 1911, en el Congreso celebrado en Granada por la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias y fue muy bien acogido por su enorme rigor, y porque fue un precioso documento de indispensable necesidad para conocer el clima de la ciudad de Valencia.
Absorbido por estas tareas, no escatimó, sin embargo, las que hubo de ejercitar, por motivos de ausencias, enfermedades y vacantes, en todas las cátedras de Matemáticas que en aquel tiempo existían en la Facultad valenciana de Ciencias. No le asustó el tener, en ocasiones, que desempeñar hasta tres clases diarias. Antes bien, ello sirvió para consolidar más su amor a la enseñanza y para perfeccionar su vocación docente.
Algunos años después en febrero de 1898 tomaba posesión de la cátedra de Cosmografía y Física del Globo de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona, después de lograr una oposición. Poco después, por consecuencia de una reforma del plan de estudios, hubo de acumular a su cátedra la de Astronomía esférica y Geodesia. Fundando también en esa época el Observatorio Astronómico de la Universidad de Barcelona.
Fue aquél, sin duda, un dichoso y ansiado momento para Tarazona que, en la plenitud de su vida, veía reconocidos y galardonados sus méritos. Pero fue una desgracia para la Universidad de Valencia que se veía privada de un gran maestro por una temporada… pero en 1906 volvió a Valencia.
Bastaría la incesante, prolongada y profunda labor realizada en su cátedra de Cosmografía y Física del Globo y en la acumulada de Cálculo infinitesimal de la Facultad de Ciencias, para que la Universidad de Valencia se sintiese envanecida de contar entre sus profesores con un maestro tan espectacular. Si hubiese querido pedirle más, habría la Universidad quedado muy complacida y satisfecha con su asiduidad a Juntas de Facultad y a Claustros ordinarios, en cuyos libros de actas se perpetúan tantas intervenciones acertadas y tantas iniciativas brillantes. En momentos solemnes para la vida oficial universitaria, cuando la Universidad de Valencia hubo de redactar el estatuto de su autonomía en el cual habían de cristalizar sus aspiraciones y había de tomar cuerpo su espíritu corporativo, Don Ignacio Tarazona, en aquellos días de revisión de todos los problemas docentes, desplegó una actividad que difícilmente será olvidada y se distinguió, entre los que más, en proponer, en aquilatar, en perfeccionar y en fundar el Observatorio astronómico de la Universidad de Valencia.
Fue construido en la calle de la Nave en la ciudad de Valencia, en ese lugar empezó a realizar ciencia Don Igancio Tarazona. Bajo su cúpula giratoria, un telescopio ecuatorial apuntaba constantemente al cielo. Ese Observatorio, que fue legitimo orgullo de la Facultad valenciana de Ciencias, fue todo él obra de Tarazona. El lo soñó, él lo pidió, él lo gestionó, él lo proyectó, él lo instaló, él lo dirigió… Y, ese Observatorio fue su verdadera cátedra, su verdadero hogar, su verdadero templo. Dentro de su severo recinto es donde mejor enseñó, donde mejor gozó. Si el Observatorio no fue más grande, más suntuoso, más abundante en instrumentos científicos, fue porque ni le pudieron conceder más espacio ni le pudieron otorgar más recursos; no porque no supiese concebirlo tan grande como fuera preciso.

Este primer observatorio estuvo situado en la calle de la nave pero un incendio en 1932 terminó con la mayoría de las instalaciones, Don Ignacio de Tarazona falleció unos años antes (en 1924) con lo que no pudo pasar el terrible momento de ver como uno de sus sueños se desvanecía, pues se quemó la cúpula y muchos de sus instrumentos, pero se pudo salvar bastantes cosas y fue trasladado el observatorio finalmente al edificio del rectorado en la avenida Blasco Ibañez de Valencia (antigua facultad de medicina).
Desde el momento mismo en que tomó posesión de su cátedra en la Facultad valenciana comprendió que, si el telescopio es el brazo derecho de la astronomía, era urgente que la enseñanza de su asignatura contara con instrumentos e instalación adecuada para ellos y en este sentido se expresó Tarazona en sus conversaciones con sus compañeros y en las primeras juntas de Facultad a que asistió. Amoldándose a las deficiencias del edificio universitario y sacando de ellas el mejor partido posible, solicitó proyectos arquitectónicos, estudió planos, formalizó presupuestos, formuló demandas y, con la ayuda de la Facultad, pidió consignaciones. Contaba, es verdad, con el apoyo y con el estimulo de sus compañeros y del Claustro, bien compenetrados de la necesidad del Observatorio y llevados, también, de la noble vanidad de que la Universidad pudiese un día jactarse de poseer una institución científica de la importancia de la que constituía el deseo y hasta la obsesión de Tarazona. Pero, los que conocen la historia íntima del Observatorio, saben muy bien que para verlo erigido tuvo el ilustre profesor que poner a prueba no sólo su constancia y su entusiasmo sino la influencia valiosa y decisiva que le daba su personal prestigio y hasta su desahogada posición económica, porque llegó a adelantar dinero de su bolsillo, anticipando y supliendo lo que de momento no alcanzaban los créditos concedidos por el Estado de esa época.
Telescopio astronómico de 152 mm, construido por la casa Grubb, de Dublin. Adquirido en Abril de 1907