En los confines de nuestra galaxia, y probablemente en muchas otras, existe un objeto poco conocido: los planetas errantes supermasivos. Son mucho más grandes que los planetas gigantes como Júpiter, vagan por el espacio interestelar sin estar ligados gravitacionalmente a una estrella y son un peligro potencial para cualquier sistema planetario.
Un planeta errante es un cuerpo planetario que ha sido expulsado de su sistema estelar o que nunca se formó en uno. Estos objetos son difíciles de detectar porque no emiten luz propia, solo reflejan una pequeña cantidad de luz de las estrellas cercanas, lo que los convierte en entes oscuros y solitarios en el cosmos. Sin embargo, los planetas errantes supermasivos podrían ser significativamente más grandes que Júpiter, con masas entre 10 y 100 veces superiores. Su tamaño y densidad los sitúan en la frontera entre los planetas gigantes y las enanas marrones.

Existen dos teorías principales sobre su origen:
Expulsión de sistemas estelares: Durante las fases tempranas de formación estelar, los sistemas planetarios pueden ser caóticos. Las interacciones gravitacionales entre planetas gigantes en formación, combinadas con fuerzas externas como el paso cercano de otras estrellas, pueden expulsar planetas de sus sistemas de origen. Si un planeta gigante adquiere suficiente energía en estos encuentros gravitacionales, puede ser lanzado al espacio interestelar, donde continuará su existencia errante.
Colapso de nubes moleculares pequeñas: Otra hipótesis sugiere que algunos planetas errantes supermasivos pueden formarse de manera similar a las estrellas, a partir del colapso de una pequeña nube de gas y polvo que no tiene la suficiente masa para desencadenar la fusión nuclear y convertirse en una estrella. Estos objetos serían, esencialmente, enanas marrones fallidas, pero con masas más cercanas a las de los planetas.
Lo que hace que estos objetos sean especialmente sorprendentes es su posible influencia en la formación estelar. Los planetas errantes supermasivos podrían desempeñar un papel en el proceso de condensación y colapso de las nubes moleculares, las gigantescas nubes de gas y polvo donde nacen las estrellas.
Los estudios recientes de las simulaciones por computadora indican que un planeta errante supermasivo, al vagar a través de una nube molecular, podría actuar como una semilla gravitacional. A medida que este objeto pasa por una nube, su atracción gravitatoria podría agitar el gas circundante y provocar colapsos locales, lo que aceleraría el nacimiento de estrellas. Este proceso podría estar ocurriendo en regiones de formación estelar densa, como en el Cinturón de Orión, donde las interacciones entre objetos errantes y nubes moleculares son más probables.

La detección de planetas errantes ya es difícil. Aunque no emiten luz propia, su gran masa provoca perturbaciones gravitacionales significativas en el entorno por donde pasan. Utilizando técnicas de microlente gravitacional, los astrónomos han podido detectar pequeños cambios en la luz de estrellas lejanas, causados por objetos masivos que se interponen en su camino, como planetas errantes.
Otra vía para su detección sería la radiación infrarroja. A pesar de no tener fusión nuclear en su interior, estos planetas podrían emitir débilmente en el infrarrojo debido al calor residual de su formación. Misiones espaciales con detectores infrarrojos de alta sensibilidad, como el Telescopio Espacial James Webb, podrían captar estas firmas térmicas.
Aunque es extremadamente raro, también cabe la posibilidad de que un planeta errante supermasivo pase tan cerca de un sistema estelar que provoque graves perturbaciones gravitacionales. En un escenario extremo, podría alterar las órbitas de los planetas de ese sistema, provocando colisiones entre ellos o incluso lanzando planetas hacia el interior o el exterior de su estrella. En algunos casos, podría arrancar planetas enteros de su sistema, convirtiéndolos en errantes a su vez.
Más especulativamente, un planeta errante supermasivo que colisionara directamente con una estrella podría tener efectos catastróficos. La energía de tal impacto podría desencadenar reacciones inusuales en la estrella, potencialmente acelerando su envejecimiento o provocando una explosión estelar prematura. Este tipo de evento sería extremadamente raro, pero las consecuencias serían observables a gran escala, incluso desde la Tierra.


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