A 4.000 años luz de la Tierra, en la constelación de Escorpio, un espectáculo cósmico se despliega con majestuosa intensidad. Lo llamamos la Nebulosa de la Pata de Gato —NGC 6334…
Gracias al poder infrarrojo del Telescopio Espacial James Webb (JWST), el más avanzado de su tipo, ahora podemos mirar detrás del velo opaco del polvo cósmico y contemplar cómo nacen las estrellas. Esta visión es es profundamente reveladora. Es como si el universo hubiera dejado una huella en la niebla cósmica, un “almohadón” brillante y palpitante de energía, donde cada “dedo” de esta garra celeste guarda secretos sobre el origen de los soles.
Este regalo visual llega justo cuando Webb cumple tres años desde que comenzó su misión científica. En su corta trayectoria, ha superado expectativas, capturando imágenes que han cambiado para siempre nuestra percepción del cosmos. Desde las galaxias más antiguas del universo hasta exoplanetas con atmósferas misteriosas, el Webb ha sido como un espejo mágico que nos muestra lo invisible.
En su aniversario, el telescopio ha vuelto su mirada hacia una pequeña región dentro de la Nebulosa de la Pata de Gato. Con el instrumento NIRCam, que capta luz infrarroja cercana, ha revelado un solo “almohadón” —una especie de dedo del felino cósmico— y dentro de él, lo que los astrónomos describen como “mini almohadones”: nidos compactos donde nacen nuevas estrellas.

En el centro, cuatro áreas de forma circular y luminiscente marcan los puntos de mayor actividad. Una de ellas, situada en el centro superior, ha sido apodada la “Ópera” por su forma parecida a un auditorio con niveles concéntricos. Es como una sala cósmica donde la materia canta su propia sinfonía gravitacional.
Estas áreas brillan en tonos azulados gracias a la intensa radiación de estrellas jóvenes y masivas que están esculpiendo el gas y polvo a su alrededor. Estas estrellas, aún en su infancia cósmica, ya exhiben una fuerza tremenda: emiten radiación ultravioleta que ioniza el gas circundante, tallando cavidades y dando forma a nebulosas enteras.
Pero no todo es luz. Hay regiones oscuras que parecen vacías, como la figura de un diapasón a la izquierda de la Ópera. Estas zonas albergan filamentos densos de polvo que bloquean la luz de fondo, ocultando estrellas que aún están en gestación. Son incubadoras estelares, donde la gravedad lucha contra la presión para encender nuevos soles.
Las estrellas masivas que dominan esta región no vivirán mucho. A diferencia del Sol, que vivirá unos 10.000 millones de años, estos gigantes queman su combustible en apenas unos pocos millones de años. En ese corto lapso, alteran por completo su entorno. Su luz intensa dispersa el polvo, su viento estelar modela el paisaje interestelar, y sus explosiones finales como supernovas reciclan los elementos pesados en el medio interestelar.
En la Nebulosa de la Pata de Gato, estas estrellas masivas están en pleno ejercicio de su poder. En la parte inferior izquierda de la imagen, una estrella azul-blanca brilla con claridad. Su entorno ha sido despejado, lo que sugiere que su radiación ha disipado la materia a su alrededor. Cerca de ella, filamentos oscuros y densos aún resisten esa embestida de energía. Allí, nuevas estrellas podrían estar formándose, quizás protegidas por su propia densidad.
Más cerca del centro de la imagen, una colección de manchas rojas brillantes aparece entre el polvo marrón. Son nudos de intensa actividad estelar, regiones donde la formación de estrellas es tan reciente que la luz apenas puede escapar. Esta luz rojiza no proviene de las estrellas mismas, sino del polvo calentado por su energía. Es como ver el resplandor de un fuego oculto tras una cortina.
Un detalle fascinante es la presencia de un óvalo rojo-anaranjado en la parte superior derecha de la imagen. Allí, el número de estrellas de fondo disminuye drásticamente, lo que indica que estamos ante una región especialmente densa: una nube molecular que está apenas comenzando su propio ciclo de creación. Algunas estrellas envueltas comienzan a revelar su presencia mediante fenómenos como los “choques de proa”, ondas de material expulsado por las estrellas jóvenes a medida que empujan contra el polvo que las rodea.
Y es solo el comienzo. Mientras el Webb nos plantea nuevas preguntas, otras misiones están a punto de unirse a la exploración. El Telescopio Espacial Nancy Grace Roman, con su capacidad para estudiar la energía oscura, y el futuro Observatorio de Mundos Habitables, enfocado en exoplanetas similares a la Tierra, seguirán el camino que Webb está iluminando.
La Nebulosa de la Pata de Gato no es un destino final, sino una estación intermedia en nuestro viaje hacia las estrellas.

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